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El Alma de la Toga: Un libro que todo aprendiz debe tener

  • Foto del escritor: Geraldine Herrera
    Geraldine Herrera
  • 20 abr 2020
  • 4 Min. de lectura

Querido aprendiz,

Quise inaugurar esta sección del blog con un texto que es super importante para el desarrollo de nuestra vida como profesionales del derecho, e incluso considero que yo me tardé en leerlo y tomarlo en cuenta ¡No es que te voy a contar el libro! Pero, sí te voy a hacer una reseña TAN buena que me tomarás la palabra.



¿Quién la escribió?

El “Alma de la Toga” es escrito por Ángel Osorio Gallardo, autor español, nacido en Madrid en 1973, y fallece en Buenos Aires en 1946. Fue un hombre destacado en la política y en la ciencia jurídica, llegando a ser un renombrado abogado egresado de la Universidad Central de Madrid, y cuya trayectoria profesional le permitió ser presidente de la Academia de Jurisprudencia y del Ateneo en Madrid, decano del Colegio de Abogado, entre muchos cargos más.


Ángel Osorio es autor de innumerables obras, entre ellas la que en este post te cuento, fue un jurista de sólida formación, conferencista y ágil con la pluma. Políticamente milito por el partido conservador, y se consideraba, a su vez, un “social- cristiano”, posición que le ocasionó distintas controversias con los gobiernos de turno, movimientos idealistas y demás. Por lo que, indudablemente nuestro autor de esta ocasión fue un hombre que atravesó distintas luchas, avances y cambios político- sociales en los cuales participó activamente y que le permitieron desarrollar una sabiduría que se ve reflejada en sus obras.


Noción y temas destacados en la obra


“El Alma de la Toga”, en mi humilde forma de ver, es una especie de tratado similar a “El Príncipe” de Maquiavelo, un manual para el aprendiz de derecho de cómo debe ser EL ABOGADO. Incluso esta es la primera interrogante con la que comienza el texto: “¿Quién es el abogado?”. El autor descarta de una vez la posibilidad de considerar ABOGADO a todo aquel que estudie en la academia; algo irónico, ¿no? Entonces, ve diciéndole a ese amigo que ya anda con toga y birrete, que aún no es abogado, que lea este libro para descubrir cómo serlo.

Te resumiré su análisis: El escritor considera que debemos distinguir entre “abogados” y “licenciados del derecho”, ya que los abogados tienen una concreción profesional, se forman en el día a día, su rectitud de conciencia es mucho más valiosa que el tesoro de los conocimientos; para ello, primero se debe ser bueno, luego firme, ser prudente y, de último, la ilustración y la pericia. De este modo, considera que sólo se es abogado cuando se ejerce permanentemente (y ni siquiera de forma esporádica) la abogacía, los demás serán licenciados del derecho.


Interesante, ¿cierto? Te sigo contando…

En los primeros capítulos, Gallardo toca temas interesantes del ejercicio de la abogacía desde una perspectiva más filosófica que técnica, puesto que considera que, quien ejerce el derecho, debe hallar su fuerza interior. Opina, además, que esta notable carrera se ejerce con el alma, obra más la conciencia que otra cosa… Se debe actuar con cautela, trabajando de acuerdo con lo que ponderamos como justo, permitiendo que esa fuerza no genere que nos desbalanceemos hacia la ira o perturbación de un momento.

“al ponderar la confianza en la energía propia establezco la fe exclusiva en el poder divino, porque los hombres no llevamos más fuerza que la que Dios nos da”


Ahora bien, si he dicho la palabra JUSTICIA es porque el autor considera que aquel que busque la justicia en los textos legales está perdido, puesto que la abogacía no se cimienta en la lucidez del ingenio, sino en la conciencia (creo que esto es una palabra clave en el texto). Lo mismo ocurre con la moral, que se halla en cada quien, sin embargo, considera que esta es más variable.


Posteriormente, comienza capítulos más técnicos donde conversa sobre el secreto profesional y su importancia, su carácter inquebrantable y los problemas a los que se enfrenta; el uso de la chicana “triquiñuela” para alcanzar fines notables y su conflicto moral. Aborda la sensibilidad del abogado, el uso de sus emociones en la defensa y el trato con su cliente, su vocación y el ejercicio de la profesión con gusto.


Finalmente, podemos decir que escritor explora las cualidades que debe tener el abogado, entre ellas destaca el uso de la palabra, señalando que: “donde no llega la palabra, brota la violencia”, la cual debe utilizarse notablemente tanto en la oratoria como en la escritura.

“El saber hablar y el también saber escuchar, porque sólo así, escuchando y sabiendo escuchar, se puede llegar a dialogar. La eficacia de la palabra hablada”


El correcto uso de la palabra hablada y escrita, por parte del abogado, lo convierte dos veces en artista; en palabras del escritor, si no domina estas artes, se puede considerar un “jornalero del derecho”. Además, destaca que la palabra del profesional de derecho debe contener claridad, veracidad, armonía y brevedad. Esto último es importante abordar, puesto que, en la actualidad, muchos abogados, jueces y magistrados consideran que, entre más se extienden en discursos inútiles, más certeros son ¡Y NO!



Nadie quiere leer una sentencia de 300 páginas ¿O sí, aprendices?


Estos son los temas más importantes que se abordan en el libro desglosados en distintos capítulos; no obstante, hay otros que realmente no supe como encajar, que versan sobre los pasantes, cómo crear un despacho, dar clases y demás… Cómo te dije al principio, es un manual para el futuro abogado, y por ello consideré que debía ser el primer libro en nuestra sección.

El libro culmina con el capítulo “La Toga”, en el cual da un cierre muy sentimental a través de un símbolo de nuestra profesión, resaltando sus cualidades. Concluye que la toga es una ilusión ¿Por qué? Te dejaré con la intriga para que lo leas.



La toga no es un mito, es una manifestación del espíritu judicial…”

Espero que te haya gustado, siempre déjame en la caja de comentarios tus recomendaciones, y así nos retroalimentamos todos.

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